miércoles, 19 de diciembre de 2012

Ser periodista

 Me arriesgo a que los talibanes que, con la crisis del periodismo y del sector han crecido como setas, vayan a degüello. Esta bendita o maldita profesión hoy está más envilecida que nunca, pero no sé porqué motivo. O sí lo sé, pero no somos todos culpables. Este desprestigio que ahora arrastra no se ha producido por el trabajo de los periodistas, que hasta no hace mucho llenaban emisoras y redacciones. La podredumbre en la que está envuelto el periodismo viene de arriba, del poder que nunca ha estado en manos de los plumillas y sí de los dueños de los medios. No sé si me explico. Son los que en realidad tenían la sartén por el mango, los que se han vendido de manera ruin a otros poderes –políticos y económicos– que hacían y deshacían a su antojo en las redacciones y, repito, no por el mal hacer del periodista, sino por la connivencia del editor o dueño con políticos con los que le interesaba llevarse bien. Y me vienen a la cabeza unos cuantos ejemplos en los que los protagonistas de un lado siempre eran políticos y politiquillos, pero con capacidad de decisiones en las que se movía dinero, mucho, y en el otro el dueño del periódico de turno. ¡Qué país!

La impunidad de los poderosos no es nueva, pero con la debilidad de los medios se han hecho fuertes sabedores de su posición de privilegio. Y de ahí a marcar los temas, poco margen. 
Llamadas poco antes del cierre para preguntar por el titular de un tema de su interés, amenazas sibilinas y barriobajeras si te atreves a publicar un incidente en el que está implicado un empresario, toque del jefe de prensa del político de turno para que no publiques...ya no es la actualidad ni el trabajo del periodista quien marca la agenda, lo hacen otros. Gran error del periodismo. Escuchar una emisora y saber en todo momento que no se van a salir del guión marcado por los intereses que representan es lo peor para la profesión, aunque económicamente les compense.
Depender de la publicidad de las instituciones para sobrevivir es otro error del que tarde o temprano nos arrepentiremos todos. Ser periodista se ha desvirtuado porque el profesional ha dejado de serlo por imposición.
Todos culpables de llegar hasta aquí en esta situación pero, reitero, no todos con la misma responsabilidad. Aunque entre unos y otros nos hemos cargado esta maravillosa profesión que consistía en algo tan sencillo y tan simple como buscar la noticia, utilizar bien las fuentes, encontrar información interesante para los lectores y saberla contar. Y disfrutar trabajando. O lo que es lo mismo, saber escribir de forma correcta, sencilla, sin faltas de ortografía, acentuando...es decir, que cualquier lector entienda lo que lee. Y aquí también estamos fallando todos.

Las nuevas generaciones de periodistas no saben buscar la noticia, no saben indagar para dar con algo que tenga interés general y no son capaces de contarlo, o contarlo bien. 
¿Qué es ser periodista hoy? ¿Tener dos grados, un master y escribir reiteradamente exclavo‚ tanbién o bandalismo? o ¿Trabajar en una oficina ocho horas y exprimir el tiempo para dedicarte a buscar noticias, reportajes y personajes y darle forma de manera correcta y comprensible? Los talibanes dirán que la primera opción, yo, porque he trabajado con unos y otros, me quedo con el profesional de otra cosa, olfateador hasta límites extremos para conseguir siempre la noticia y, después, plasmarla como es debido.
Como doy por finiquitada la profesión tal como he tenido la maravillosa suerte de conocerla y de trabajar en ella muchos años, con todos sus defectos y llamadas intempestivas, me permito la licencia de decir que el periodismo, como lo entiendo, ya no tiene un hueco hoy. Habrá que dedicarse a sembrar patatas.

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