Aquí, cuando sube el precio del
cereal en la Lonja saltan chispas entre los productores y los que tienen que comprar
cada semana a unos euros más. Las quejas se quedan ahí y no pasan del comprensible cabreo de
los ganaderos y de los consumidores, que son los que sufren las consecuencias
en su bolsillo. Más lejos, las revueltas solapadas bajo un tinte político, que derrocan
dictadores que creíamos eternos, son la consecuencia del continuo aumento del precio de la
materia prima a una población cada día más pobre y, a veces, sin nada que
llevarse a la boca, salvo una torta de harina que en países como Túnez, Egipto,
Argelia o Jordania lleva camino de cotizarse a precio de oro.
Estos
países pobres sufren como aquí, pero de una manera bien distinta, las consecuencias
de un mercado internacional descabezado y sin control, donde priman, más que
intereses comerciales, otros económicos a veces nada claros, que están generando cada día más diferencias y agravios, dejando a la población
que se encuentra más indefensa y con menos medios desesperada y empobrecida. Y
tal como se presenta el panorama, esto parece que no ha hecho más que empezar. El
mercado chino sigue demandando materia prima de medio mundo y el otro medio se ahoga
o se muere de sequía. Así es difícil producir cereales suficientes para atender
una demanda que no para de crecer; y a los productores de cereal les interesa más
exportar y vender bien a los mercados emergentes que a los países pobres, que no pueden competir con quien paga más y mejor.
Las
materias primas han sido desde tiempos remotos desencadenantes de los peores conflictos
y la falta de alimentos y la hambruna, también. Hace unos meses fue la población
egipcia la que salió a la calle a protestar contra su Gobierno por subir el
precio del trigo, básico en la dieta de una inmensa población sin recursos;
después los tunecinos y mañana serán otros los que se manifiesten por lo mismo,
no tienen nada que comer.

Mientras
Australia intenta salir a flote de unos incendios que están asolando medio país,
las previsiones de sequía en Argentina hacen presagiar unos meses complicados
aquí por la reducción de las importaciones de trigo, pero más en aquellas zonas
donde una torta de maíz o de trigo es muchos días el único alimento que tiene
una inmensa población para no morir de hambre.
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