viernes, 24 de mayo de 2013

El equilibrio natural de los alcornoques


El alcornoque es el árbol que más riqueza genera dentro del sector agrícola y forestal de nuestro país. España ocupa el segundo lugar del mundo en superficie de alcornoques, después de Portugal, con 500.000 hectáreas.
El corcho, cuya función es la de proteger el tronco del árbol de las temperaturas extremas y de los incendios, es el principal producto que se obtiene del alcornoque, pero no es el único. Las bellotas son el alimento por excelencia del ganado porcino ibérico, y en menor medida del vacuno, que aprovecha también las ramas y hojas durante los meses de verano.

Una hectárea de alcornocal puede llegar a producir entre cuatro y ocho toneladas de bellotas. Mediante la siembra de bellotas se consigue la repoblación del bosque, aunque en la actualidad son los viveros los que proporcionan la planta para ser transplantada en el bosque. El crecimiento de estos árboles es muy lento, para que alcance los tres metros de altura pueden pasar hasta diez años, alcanzando los 15 a lo largo de su vida.
El bosque de alcornocales sirve de refugio para una amplia variedad de fauna. Las aves rapaces son las que encuentran entra las ramas de estos árboles el lugar perfecto para anidar, por la dificultad del hombre para acceder hasta las más altas.

El descorche
Un árbol está en condiciones de ser descorchado cuanto llaga a los 60 centímetros de circunferencia y eso se consigue en alcornoque s de 25 a 30 años. Hasta 15 veces puede extraerse corcho, cada nuevo o diez años, dependiendo de su capacidad para regenerase.
Es en los meses de verano cuando los corcheros se emplean a fondo para conseguir las grandes planchas de corcho; las elevadas temperaturas facilitan su extracción. El tronco al quedar descubierto adquiere un color rojo que, poco a poco, se va oscureciendo hasta volverse grisáceo.

Una vez que se extraen las planchas de corcho, se llevan hasta las industrias para realizar una selección por calidades. El primer corcho que produce el alcornoque es el bornizo, utilizado para aglomerados.
El segundero es de mayor calidad y más apreciado por la industria. Por sus propiedades como producto natural no contaminante, impermeable, flotante y aislante se utiliza en la construcción, industria textil, industria papelera y para crear los más variados objetos.
El corcho es el producto más utilizado para elaborar los tapones de las botellas y vasijas porque mantiene el sabor y la estanqueidad de los vinos y espumosos. La industria taponera utiliza en la actualidad en torno a un 15% de la producción del corcho. Pero, este uso viene de lejos; el bodeguero francés Don Perignon, en 1670, ya empleaba el corcho para cerrar las botellas de vino.

Rentabilidad y competencia de otros países
Un descorche produce hasta nueve toneladas de corcho por hectárea, con un precio de venta aproximado de 4.000 euros la tonelada. En torno a este producto giran muchos intereses económicos; tanto el descorche como las industrias relacionadas con el corcho exigen mucha mano de obra, porque la extracción sigue siendo principalmente manual y actualmente son unas 2.000 personas las que en España trabajan en este sector, con una facturación anual que ronda los 350 millones de euros. En Portugal, primer país productor del mundo, se necesitaron 20 corcheros para un solo alcornoque que produjo 1.800 kilos de corcho. 


jueves, 23 de mayo de 2013

Réquiem por el papel

Una tarde de invierno, de hace muchos años, llegué a una redacción de un periódico que en aquellas fechas ya superaba el siglo de existencia; una cabecera que recordaba desde la infancia cuando el cartero la dejaba cada día en casa de mi abuelo. Recuerdo el miedo, el temor de sentarme ante el ordenador y mi inexperiencia para manejar un programa del que jamás había oído nada, ni siquiera en la Facultad. En ese momento, empecé a dar mis primeros pasos en esta maldita profesión del periodismo vocacional.

Ahí seguí, cubriendo todas las secciones y todos los géneros; buscando reportajes para llenar semanalmente un suplemento, haciendo entrevistas a personajes peculiares, sorteando en algún pueblo las quejas de algunos vecinos ofendidos por lo que había escrito un día antes, descubriendo gente variopinta, viajando, aprendiendo, tropezando, desanimándome y emocionándome cada vez que veía mi firma en una buena información.
Ese periódico centenario que hace solo unos días cerró sus puertas para siempre, con 130 años de vida, fue mi gran escuela, donde aprendí, me espabilé y confirmé que me apasionaba la profesión, a pesar de todos los peros, trabas y zancadillas. El mismo que fue capaz de sobrevivir a una Guerra Civil y a la dura etapa de la posguerra ha sido incapaz de superar estos momentos tan difíciles, en los que mucho ha tenido que ver el hecho de que algunos creyeron que papel y ladrillo eran lo mismo, se manejaban igual y también podían llenarse los bolsillos.
El Adelanto de Salamanca tuvo la mala suerte, hace unos años, de caer en manos de quien no debía; de empresarios sin escrúpulos que buscaban en el periódico beneficios y contrapartidas que nada tenían que ver con este oficio, de empresarios que desconocían cómo funcionaba el sector, a quiénes la información, la libertad de expresión y esta maravillosa profesión les importaba un comino.

Salamanca ha tenido la enorme suerte de contar con tres periódicos locales que han competido durante 17 años. Un 11 de abril de 2011 cerró Tribuna de Salamanca, mi otra casa, donde dejé 12 inolvidables años en los que pasé por muchas secciones: Nacional, Provincia, Campo, Economía, Cierre, Castilla y León...y por diferentes puestos en los que me fui dando cuenta de lo puñetera y maravillosa que era esta profesión. 
Todavía recuerdo la última portada que hice una triste tarde de lunes como si la hubiera hecho ayer; como siempre me acordaré de la última portaba que publicó El Adelanto el pasado domingo, con un titular presagio de lo que ocurriría tres días después.
Me duele que poco a poco desaparezca la prensa local, de provincias, tan necesaria como útil; esa prensa a la que he dedicado 15 intensos año de mi vida, de mucho trabajo, tropiezos, victorias y derrotas. Ya puedo contar que trabajé tres años en un periódico que murió con 130 años de historia a sus espaldas, y que dejé doce años en otro, más joven, que fue capaz de ganar premios de diseño en Nueva York; pero ni uno ni otro pudieron cambiar el rumbo que marcaron personajes que llegaron al sector en busca de unos beneficios y prebendas que nada tenían que ver con el ejercicio del periodismo.